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Crítica: Bad Boys hasta la muerte: La química sigue intacta

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Bad Boys: hasta la muerte (Bad Boys: Ride or Die, Estados Unidos/2024). Dirección: Adil El Arbi y Bilall Fallah. Guion: Chris Bremner y Will Beall. Fotografía: Robrecht Heyvaert. Música: Lorne Balfe. Edición: Asaf Eisenberg y Dan Lebental. Elenco: Will Smith, Martin Lawrence, Vanessa Hudgens, Alexander Ludwig, Eric Dane, Ioan Gruffudd, Paola Nuñez. Distribuidora: UIP/Sony. Duración: 115 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años

El capitán Howard fallecido, es acusado de corrupción policial que incluye tráfico de drogas. Acusación que termina salpicando los policías rebeldes Mike Lowrey (Smith) y Marcus Burnett (Lawrence) se convierten en fugitivos.

Con esta simple premisa, los directores Adil El Arbi y Bilall Fallah, retoman la franquicia para esta cuarta entrega basándose en dos conceptos muy claros. 

Repetir lo que funcionó en la tercera parte, ritmo frenético en donde la acción peleas y tiros se llevan la mayor parte, mientras más espectacular mejor.

Burlarse del paso del tiempo. Will Smith, Martin Lawrence siguen manteniendo la química intacta, ya tienen sus años. Pasaron 25 años de la primera entrega no lo ocultan. Van metiendo muchos gag que incluyen, paro cardiaco, ataques de pánico. funcionan son muy divertidos.

La familia se agranda, Lowrey al cual le conocíamos un hijo que vuelve aparecer en este films, se le suma una pareja que le cambió la vida y se preocupa por ser más responsable, a la vez que Burnett ya tiene un nieto.

Bad Boys hasta la muerte, es un buddy movie que cumple con todas las reglas del género. Una historia con final feliz, sin golpes bajos ni grandes giros de trama, livianito, que todo sea en función de la acción y los chistes. Los personajes secundarios aportan sin opacar la pareja principal. 

Es una película que cumple sin mayores pretensiones, son dos horas a pura persecuciones, tiros, cachetada, patas mucho humor, Y ya está no hay nada mas.

Con eso alcanza y sobra para hundirse en la butaca, con una bolsa grande de pochoclos, divertirse pasando un buen momento, hasta salir de la sala con una sonrisa.

 

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