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Crítica Megalópolis: Una utopía atrapada en su propia grandilocuencia

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Megalópolis (Estados Unidos/2024). Guion y dirección: Francis Ford Coppola. Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Edición: Cam McLauchlin, Glenn Scantlebury, Robert Schafer. Elenco: Adam Driver, Nathalie Emmanuel, Giancarlo Esposito, Aubrey Plaza, Jon Voight, Shia LaBeouf, Talia Shire, Kathryn Hunter, Laurence Fishburne, Jason Schwartzman, Dustin Hoffman. Calificación: Apta para mayores de 13 años. Distribuidora: Maco Cine. Duración: 138 minutos.

Francis Ford Coppola no es fácil de descifrar: ¿qué intenta hacer? ¿Cuál es el mensaje en varias de sus películas?

El mismo director que construyó la saga El Padrino, Apocalypse Now, La ley de la calle y Drácula de Bram Stoker, con excelente recepción en taquilla,  concideradas obras maestras del séptimo arte, a veces decide ir más allá. Cuando experimenta y saca a la luz películas muy personales como Golpe al corazón o Tetro, no logra conectar con el público. ¿La razón? Son percibidas como demasiado complejas y cerradas.

Megalópolis está en el medio. Tiene momentos mínimos en los que se disfruta y se entiende, pero mayoritariamente es cine experimental que se encierra en sí mismo.

El film es, en esencia, una crítica a la sociedad actual, a cómo vivimos sumergidos en grandes ciudades. César Catilina, un científico premiado con el Nobel por su creación llamada Megalón, pretende construir una ciudad de espíritu utópico, con el objetivo de vivir libremente y disfrutar de todo aquello que el futuro promete y nunca llega.

La historia parece simple, fácil de entender y accesible. Sin embargo, se complica en su desarrollo por los excesos del director al querer llevar todo al extremo. La exageración y los recursos visuales grandilocuentes van a contramano de la simpleza inicial. Sumado a  diálogos son densos y completamente recargados.

El elenco, formidable en papel, no logra salvar el relato. Este dream team de actores termina complejizando la trama de forma innecesaria. La mayor parte de los agobiantes 140 minutos de película recaen en tres personajes: César Catilina (Adam Driver, que no encuentra el tono justo), Franklyn Cicero, un alcalde corrupto (Giancarlo Esposito, sin brillar sale adelante), y Julia, la hija del alcalde (Nathalie Emmanuel, en piloto automático). El resto del elenco está ahí, boyando, tratando de encajar en este festival de excesos. Fundi Romaine, chofer y narrador de la película (Laurence Fishburne, hace lo que puede para sacar adelante este despropósito).

Por momentos, la película es brillante; por otros, completamente olvidable. Es confusa, y la suma de datos y escenas que no aportan nada útil termina empastando la narrativa. La trama y subtramas distraen en lugar de enriquecer. La fotografía, lejos de integrarse, entorpece, y lo mismo ocurre con la música.

La edición da como resultado un pastiche de situaciones y mensajes que nunca terminan de unirse.

Después de mucho tiempo, Francis Ford Coppola volvió a presentar una película,  Megalópolis resulta caprichosa, grandilocuente e innecesariamente complicada.

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