Better Man: la historia de Robbie Williams (Better Man, Reino Unido, Estados Unidos, Australia, Francia, China/2024). Dirección: Michael Gracey. Guion: Simon Gleeson, Oliver Cole y Michael Gracey. Música: Batu Sener. Fotografía: Erik Wilson. Elenco: Robbie Williams, Jonno Davies, Steve Pemberton, Damon Herriman y Anthony Hayes. Duración: 135 minutos. Calificación: Apta para mayores de 16 años.
La filmografía de Michael Gracey es despareja. Si The Greatest Showman y Pink son buenas películas, Rocketman y Daughter of Smoke and Bone no lo son. Cuando llegó la noticia de que estaba trabajando junto a Robbie Williams en Better Man, la sensación de duda afloró: o sale bien o es un desastre cinematográfico. Hasta que llegó el día del estreno, la hora de la verdad.
Salió bien. Robbie Williams, relatando en primera persona y metiéndonos en su mundo —de por sí bastante cinematográfico—, es el piloto de este viaje que pasa por todos los ítems que debe cumplir para ser un showman: éxitos, fracasos, amores, problemas familiares con traumas infantiles incluidos, drogas y excesos que le dieron varias tapas de diarios y revistas de la prensa amarilla; caídas y resurgimiento.
El recurso de que aparezca como un mono, reflejando su costado más primitivo para mostrar cómo realmente se ve a sí mismo —al mejor estilo El planeta de los simios—, es apenas eso, un recurso. A los cinco minutos de película ya está integrado y pasa a segundo plano.
La historia en sí ya es conocida por todos: una persona con autoestima muy baja que se escuda detrás de la fama de ser fanfarrón y egocéntrico. En sus comienzos logró entrar a Take That, una boy band, donde le tocó el rol de chico malo. A partir de ahí comenzó un descenso vertiginoso al infierno, con varios puntos altos como su debut solista con Life Through a Lens y los tres shows de Knebworth en 2003, entre otras cosas.
¿Cómo logra Michael Gracey mantener la atención del espectador que conoce la historia hasta el final? Muy sencillo: contándola de una manera espectacular, poniendo todo el acento en la parte técnica. La edición, a cargo de Martin Connor, es excelente. Maneja muy bien los tiempos, sabe cuándo debe pisar el acelerador y cuándo frenar. La fotografía de Erik Wilson logra una recreación perfecta de época.
Jonno Davis se carga al hombro el protagonismo, llevando adelante un elenco parejo con muy buenas actuaciones.
Y la frutilla del postre son los cuadros musicales. Especialmente Rock DJ, que es perfecto. Están las canciones que tienen que estar, aunque algún espectador tal vez se decepcione porque no está incluido su tema favorito. Las más representativas de su carrera están, muy bien interpretadas y con algunas versiones preparadas especialmente para el film.
En definitiva, es una biopic bien hecha. De haber arriesgado un poco más y explotado mejor el recurso visual del mono, sumándole algo más que sorprenda, estaríamos ante una excelente película. Igual, lo que está alcanza.